Demna Gvasalia abordó al mítico parisino, y su toma fue feroz, con una elegancia tan penetrante como el olor a alquitrán que flotaba en el piso de asfalto.
Drenar colecciones de temas y narrativas estacionales fue una de las grandes ideas que Demna Gvasalia llevó a la moda y a Balenciaga. Le dio el salto-ho por otoño, y vertió un vasto campo de asfalto fragante sobre el cual desfilar su visión del "verdadero parisino de hoy". La cruda y tenue iluminación parpadeante no oscureció la ráfaga de moda atrevida y emocionante que pasó rápidamente, casi rozando las rodillas de los invitados.
Gvasalia también dejó ir la mayoría de las tonterías de la moda urbana con las que ha sido estereotipado para centrarse principalmente en la sastrería, y las siluetas de precisión en las que fue pionero Cristóbal Balenciaga, incluidos capullos, babydolls y formas semifit. “La casa ha tenido una historia tan larga, pero mi trabajo es básicamente modernizarla y hacerla atractiva para el cliente que tenemos hoy”, dijo entre bastidores.
Anunciar su tema parisino con anticipación en una extensa entrevista sobre el Día Mundial del Agua también fue algo nuevo para el diseñador, y profético, dado el regreso de la elegancia galo burguesa que está ganando impulso en la capital francesa.
Su toma fue cruda y emitió un borde duro tan acre como el olor a alquitrán que flotaba en el suelo. Para Gvasalia, París no es la mítica ciudad de la moda representada en las fotografías de alta costura de los años cincuenta y sesenta, sino una metrópolis animada, con copas de valor y fiereza. “Los patrones y las formas simbolizan las actividades cotidianas comunes: ir de compras al supermercado, viajar en motocicleta y salir después del trabajo”, señala secamente el programa.
Gvasalia reforzó su reclamo sobre las formas de gran tamaño, proponiendo envolventes puffers de capullo, suntuosos kimonos y fornidos borregos con cinturón para ella; abrigos camel del tamaño de una nevera y chaquetas de chícharo grises cuadradas para él. La colección fue recortada pero convincente, con la mayoría de los juegos de volumen centrados en los hombros. Cabezas de mangas exageradas a través de molduras tridimensionales elaboradas con una idea muy de Margiela, mientras que se inclina el yugo y las mangas hacia adelante y las clava a lo largo de la clavícula, parecían completamente nuevas y daban una forma redondeada fresca, como una penumbra. Aplicó esto a los plumíferos y los abrigos para hombre; y elegantes gabardinas para mujer.
Las formas más delgadas eran extralargas; cuellos extra altos; y fueron pintados en telas voluptuosas y colores llamativos, culminando con abrigos de neón acanalados en seda muaré. El humor irónico del diseñador se manifestó con anillos puntiagudos de la Torre Eiffel, estampados de tiendas de souvenirs y formas de bolsas de papel marrón hechas en cuero y estampadas con un logotipo que se asemeja al de los productos "bio" u orgánicos en Francia. También resultaron divertidos los tops de noche en forma de embudo y los vestidos de fiesta con un aro sobre los hombros que evocaba a Pierre Cardin.
El desfile fue mucho más largo de lo habitual, lo que refleja una tercera innovación: Gvasalia está prescindiendo de las precolecciones e hizo de esta su mega declaración entre invierno y primavera, manteniendo múltiples ventanas de entrega. Sintió que también disfrutaba la oportunidad de expresar de manera expansiva su afecto por la capital francesa, ya que se mudó a Zúrich el año pasado, donde ahora tiene su marca, Vetements. “Al mudarme, me enamoré de nuevo de París”, reflexionó.